Y Dortmund respiró. Bien podría significar el final de una
historia, una historia con final feliz, pero no, solo significa el principio de
algo que podría ser muy gordo. Algo que llevan esperando en Renania del Norte
nada más y nada menos que 16 años, volver a una final de la Copa de Europa. Y
lo hizo ante el rival más laureado del mundo, en uno de los estadios más
gloriosos del fútbol mundial. Como si este escenario, que se había vestido de
gala para la ocasión con un mosaico precioso y un ambiente idílico y lleno de
fe, no supusiera la más mínima presión para un grupo de jugadores que ayer se
volvieron a consagrar ante los ojos de millones de espectadores.
Pero ojo, tampoco queremos menospreciar el partido del
Madrid. No es menos cierto que un gol separó al conjunto blanco de esa ansiada
final que parece escabullirse año tras año de sus manos. No es menos cierto que
ese gol se pudo dar en infinidad de ocasiones, que solo la diosa fortuna, con
un poquito de ayuda de Weidenfeller, impidió que el conjunto blanco se pusiera
3-0 arriba a los 20 minutos de juego. Pero ayer más que el espíritu de Juanito
-que tras una larga noche volverá a descansar en paz otro año más- el que
apareció fue el de Higuaín. Y hablamos del espíritu del argentino porque ayer
pareció eso, un alma errante que se paseaba sin pena ni gloria por los
alrededores de la meta de Weidenfeller, intentando meter miedo vestido con su
sábana blanca pero sin conseguir ni la más mínima muesca de desesperación en
sus víctimas, más bien al contrario, la víctima anoche pareció él. Y más,
cuando a Mourinho le dio por dar entrada a Benzema, que bien podría haber
acabado ayer con la carrera del “Pipa” en Madrid…
Y gran culpa de ello la tuvieron los dos centrales del
Borussia: Matt Hummels y Neven Subotic. Extraordinarios, impecables,
superlativos, enormes, bastiones… Adjetivos que se quedan cortos para resumir
la eliminatoria que han cuajado los centrales alemanes. Y es que ayer, salvo en
los minutos finales donde el equipo pareció disolverse por minutos, ambos,
aunque de jerarquizar nos quedaríamos más con Hummels, estuvieron perfectos en
todas y cada una de las acciones defensivas del conjunto teutón. Sin duda
alguna, ellos fueron más del 50% del Dortmund anoche, para suerte del bueno de
Jürgen. El resto, se lo repartieron entre los de siempre, todos a partes
iguales, ya que Lewandowski parecía saciado con los cuatro goles de la ida.
Reus comandó cuando faltaba Götze, Gundogan se multiplicaba por toda la zona de
la medular, Bender frenaba una y otra vez las acometidas de la poderosa parcela
ofensiva blanca, y Piszczek y Schmelzer tuvieron una labor más que notable ante
rivales de la envergadura de Cristiano, Di María y Ozil, el único alemán que
ayer no pudo celebrar nada.
Pero lo que pasó, pasó. Y ahora solo toca mirar hacia
delante. La final de Wembley ya se disfruta en Dortmund, Westfalia vivirá a
partir de hoy y hasta el mismísimo día de la final un período de tiempo de
euforía y disfrute, de emoción, de sentimientos, de impaciencia, de ensueño. El
Borussia Dortmund ya espera rival, y a no ser que esta noche ocurra un milagro
en Barcelona, ese no será otro que el Bayern de Munich de Jupp Heynckes. El
mismo que la temporada que viene disfrutará en sus filas de dos de los
jugadores que han hecho posible que el Dortmund esté hoy donde está. Mucha
suerte borussers. LONDON CALLING! WEMBLEY CALLING!.
Buenas primero me ha gustado bastante vuestro blog y me gustaría que enlazáramos vuestro blog con el mio.
ResponderEliminarsaludos desde http://ojeadordelfutbol.blogspot.com.es/