El
Miércoles los diarios ingleses amanecían con un claro protagonista,
la figura de Roberto Di Matteo, que a lo largo de esa misma mañana
dejó de ser entrenador de los 'blues'. La noche anterior, el Chelsea
era apalizado por la Juventus en Champions. Era la confirmación del
fracaso de un proyecto que ya nació torcido, porque Abramovich nunca
confió en el técnico italiano.
Pero
es una historia que comienza algo más atrás. El magnate ruso se
encaprichó la temporada pasada de André Villas Boas, por el que
pagó al Oporto 15 millones de € para liberarle de su contrato y
situarlo rumbo a Londres. Era su gran apuesta. El estilo del Chelsea, tradicionalmente basado en la fuerza física, una defensa ferrea y un contragolpe
mortal, cambiaba, en busca de un fútbol más elaborado, creativo y
con la asociación como idea. Todo se fue a pique mucho antes de lo
esperado, ni en juego ni en resultado Villas Boas respondió a la
confianza depositada en él, e incluso el vestuario le dejó solo.
Abramovich buscó una solución de urgencia, Roberto Di Matteo. El
único objetivo era que la temporada no acabara en descalabro, es
decir, asegurar un puesto en Champions para el próximo curso. El
objetivo fue cumplido por la senda más gloriosa. El Chelsea se
coronaba campeón de Europa ante el Bayern en el mismísimo Allianz
Arena de Múnich. Las formas fueron las de antaño, un equipo duro,
físico, con la solidez defensiva como punto fuerte. Para ver un mínimo atisbo
de construcción en el juego 'blue' había que esperar a que la
pelota llegase a los pies de Mata. En la parcela ofensiva,
prácticamente todo se confiaba a las innumerables virtudes de un
solo jugador, Didier Drogba. El gran artífice. Por el camino, los de
Di Matteo se adjudicaron también la F.A. Cup. Abramovich conseguía
así su gran obsesión desde que arribara en Londres, y lo hacía en
la temporada más complicada en un principio. Todo debía ser
felicidad por Stamford Bridge, pero al todopoderoso ruso le seguían
importando las formas. La victoria del Chelsea fue más milagrosa que
una consecuencia de su juego, por lo que se avecinaban cambios.
Incluso después de acabar con un éxito mayúsculo la temporada, Di
Matteo fue cuestionado.
Finalmente,
este verano no hubo novedades en el banco, pero si en el plantel.
Llegaron Marko Marin, Oscar, y sobre todo Eden Hazard, la gran
estrella. Quedaba nuevamente de manifiesto la intención de abogar
por un nuevo patrón de juego. En la cabeza de Abramovich, el ganar
gustando, el conseguir la admiración de todos. El Barça o la
selección española como grandes ejemplos. Pero la mesa cojeaba
significativamente por una de sus patas, la del mediocentro. En la
zona de tres cuartos se había comprado mucho talento. Hazard, Oscar,
Mata...son capaces de hacer las delicias de cualquier espectador,
pero prácticamente ningún equipo que tenga el juego asociativo como
principio puede manejarse sin un mediocentro organizador puro. Ese
que dicen que estuvo a punto de llegar y Di Matteo frenó. Obi Mikel,
Oriol Romeu o incluso Lampard haciendo las veces de pivote, son
insuficientes si lo que se pretende es llevar el peso del partido.
Eso lo ha notado el equipo en este inicio de temporada, donde no ha
conseguido brillar en cuanto a juego, y tampoco ha sido clara su
superioridad en lo que a resultados se refiere. El Chelsea se ha
convertido en un equipo espeso, que sufre cuando tiene la pelota en
la salida, ante la ausencia de un referente que haga enlazar el juego
desde la defensa hasta la zona de tres cuartos.
Como
era de esperar, la cuerda se ha roto más pronto que tarde por el lado más débil.
Abramovich ha decidido dar otro cambio de timón, nuevamente en el
banquillo, y confiar en que el cambio de técnico (el noveno desde
que es propietario del club) sea la solución. Atrás queda Di
Matteo, un entrenador en el que jamás confió plenamente, puede que
por falta de renombre y también porque su estilo de juego no era el
buscado, pero que le ha dado al Chelsea el título más importante de
su historia, y a Abramovich su principal objeto de deseo desde que se hizo con el poder del club.
Llega
Benitez, con un pasado que le hace ser odiado
No
ha tardado el conjunto 'blue' en buscar sucesor. Como era de esperar,
un técnico de mucho prestigio, con nombre, títulos y un amplio
bagaje a sus espaldas. Llega Rafa Benítez. En su carta de
presentación una gloriosa etapa en Valencia, un sonoro fracaso en el
Inter, pero sobre todo, un magnífico trabajo en el Liverpool, donde
fue durante varias temporadas rival directo del Chelsea de Mourinho
por aquel entonces. Este es el principal motivo por el que los
aficionados no le reciben con ningún cariño. Cuando Villas Boas fue
cesado la pasada temporada, el nombre de Benítez ya sonó para
aterrizar en Stamford Bridge, y la hinchada dejó clara su oposición
a dicha elección con cánticos ofensivos para el técnico extremeño. Por tanto, son varios los retos que se le presentan al técnico español. Para empezar le toca enderezar la nave de un equipo con talento, oficio y
experiencia, pero falto de equilibrio en posiciones claves. Viendo a
todos los equipos por los que ha pasado, de él se espera que haga
del Chelsea un bloque compacto, sin fisuras, y que al mismo tiempo no
sitúe obstáculos a la creatividad. También hay grandes expectativas en ver si Benítez será capaz de sacar la mejor versión de Fernando Torres, quién se convirtió en uno de los mejores arietes de Europa a sus órdenes y que nunca se ha reencontrado consigo mismo desde que firmara por el Chelsea. Tal y como dijo el propio Rafa en su presentación,
tiene la posibilidad de sumar cinco títulos. Uno de ellos, la
Champions, empieza a peligrar, tras complicarse enormemente su pase
en la fase de grupos. Abramovich deja atrás nuevamente la filosofía
de otorgar casi la misma importancia a ganar que a gustar. De
momento, el único objetivo vuelve a ser triunfar dejando en un
segundo plano las formas.
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ResponderEliminarMuy buena entrada. La verdad es que el tema del mediocentro le está dando más de un quebradero de cabeza a Abramovich, y es lo que ocurre cuando se confecciona una plantilla sin ningún tipo de planificación deportiva y sólo se piensa en fichar nombre o venta de camisetas.
ResponderEliminarSin embargo, y otro de los puntos sobre el que más he reflexionado es sobre su delantero. Si Torres llevase 9 o 10 goles en la Premier (como sus competidores más directos, no estaríamos hablando de esta crisis que atraviesa el Chelsea ahora mismo. Este jugador, aunque me duela en el alma, debe empezar a reconsiderar su presente y su futuro.
Un saludo :)