“A
veces los perdedores han ofrecido más que los ganadores”. Esta
frase, pronunciada por el técnico Zdenek Zeman, puede reflejar a la
perfección la sensación que ha dejado el Málaga de Champions, que
no estará presente en la siguiente ronda, pero cuya huella ha
quedado grabada a fuego lento como otra de las páginas más
gloriosas de esta competición. Porque
este Málaga que hace apenas dos décadas militaba por los campos de
la Tercera división española, y al que los agobios económicos
obligaron a reconstituirse, ha logrado colarse en los medios
informativos que parecen coto cerrado para Madrid y Barça, ha
logrado demostrar a Europa que el fútbol español sigue siendo mucho
más que los dos 'todopoderosos', pero sobre todo, ha logrado la
admiración de todo aquel que le ha visto competir, el despertar en
los suyos el orgullo más grande, tanto en la victoria como en la
derrota.
Al
Málaga nadie le ha regalado nada. Ni tan siquiera cuando todo hacía
indicar que iba a convertirse en uno de esos nuevos ricos, que
ostentan el dinero por castigo. Cuando llegaban jugadores de la talla
de Santi Cazorla o un Ruud Van Nistelrooy algo venido a menos. El
club blanquiazul se encontró en la calle un maletín repleto de
billetes, y todo fueron sonrisas e ilusiones, hasta descubrir que
esos billetes eran de mentira, que la cara oculta eran deudas y
compromisos a los que había que hacer frente con escasos recursos, y
que el jeque, dueño de dicho maletín, resultó ser alguien más
prometedor que realista, poco amigo de dar la cara en los momentos
complicados. Aún así el equipo se levantó, entre otras razones
porque este barco está comandado por un capitán de valía
incalculable y un señorío y caballerosidad sin límites. Don Manuel
Pellegrini.
Pero,
como diría otro Manolo, el añorado Preciado, siempre sale el sol al
día siguiente. Y más en Málaga. Los 'boquerones' se pusieron el
mundo por montera y a base de goles y un juego vistoso empezaron a
despertar la ilusión de todos. Era momento para soñar. De tú a tú,
sin complejos, pero sin un ápice de arrogancia. Así ha encarado el
Málaga todos y cada uno de los partidos que ha disputado en esta
Liga de Campeones. Fútbol alegre mezclado con grandes dosis de
practicidad y fortaleza. Argumentos más que suficientes de un equipo
que ha sabido conjugar a la perfección colectividad con
individualidades. La seguridad de un muro casi inexpugnable como
Willy Caballero, el mariscal Demichelis, los galones de Toulalan, la
magia de un Isco cuya figura se ha agrandado hasta límites
insospechados, el arte hecho fútbol de Joaquín...Todo eso, más
muchísimo trabajo y un elogiable entusiasmo, han hecho que el Málaga
se pasee por los territorios de mayor pedigrí del balompié
internacional, estando a la altura de todos ellos, dándose a conocer
mostrando lo mejor de sí mismo.
La
vida no es justa, por tanto es absurdo esperar que el fútbol lo sea.
El adiós del Málaga a su hazaña estuvo impregnado de una crueldad
infinita. Por el momento, por la forma, por la causa. No se puede
decir que su oponente, un Borussia Dortmund siempre noble en su
batalla, sea un ganador inmerecido, ni mucho menos, pero el Málaga
también se había hecho acreedor de un pasaporte que ya tenía en su
mano. Se lo quitó alguien que está para impartir justicia, por lo
que jamás debería ser noticia. El mismo que minutos antes también
había permitido que subiese al marcador un gol de Eliseu que no
debería haber valido, y que se antojaba como uno de los tantos más
gloriosos de la historia de los malagueños. Pero en el fútbol, ante
la belleza de estos partidos, resulta tan poco estético hablar del
árbitro como en la vida lo es hablar de dinero. Así pasó y no hay
más que hacer.
El
nombre del Málaga no figurará entre los cuatro mejores equipos del
continente, pero hay algo que nadie le podrá arrebatar a todos los
suyos. El haber vivido todo esto. El niño con poca consciencia sabrá
algún día que esas noches intersemanales plagadas de jolgorio y
alegría se debían a que una legión de guerreros ponía de pie a la
ciudad. El viejo aterrizará en un cielo azul con nubes blancas,
sabiendo que por un tiempo la tierra también lució esos colores. El
joven tendrá tiempo suficiente para narrar, probablemente
emocionado, las gestas que sú Málaga hizo por Europa; el retumbar del himno de los campeones en una Rosaleda repleta, la goleada a
un equipo ruso de campanillas en su primera noche entre los más grandes, el
festín que se pegaron en Bélgica en el feudo de un histórico, la
victoria en casa ante el gigante milanés, cómo salieron vivos del
mítico San Siro, la legendaria remontada ante unos dragones azules
que acabaron rindiéndose ante los andaluces, o la épica
eliminatoria ante unos alegres alemanes, que concluyó con una extraña y dolorosa
derrota. La resaca aún será dura, pero hay mucho que contar,
demasiados motivos por lo que estar con la cabeza alta, un camino heroico que nos regala a un nuevo campeón sin título.
No hay comentarios:
Publicar un comentario