24 de abril de 2013

Barbarie bávara.

Hemos preferido esperar unas horas de más respecto a la mayoría de análisis del partido para evitar en la medida de lo posible ciertos radicalismos, porque si hubiésemos escrito en el mismo momento en el que el árbitro pitó el final del partido, lo que hubiera salido de nuestro particular y futbolero teclado hubiera sido algo bastante impropio de nuestra forma de escribir, dejando a un lado el “neoromanticismo futbolero” que nos caracteriza para hacer paso al hooliganismo cervecero de cualquier aficionado de a pie un domingo cualquiera después de que su equipo haya jugado contra el mismísimo Barcelona de Messi. ¿Hoy ya no nos parece tan fiero verdad?, pues debería.


Empecemos por el principio, colocándonos en el contexto de un partido que venía diciendo a gritos que esa noche en el Allianz podría ser muy diferente a la que todos esperábamos hace no más de un mes. Ambos equipos llegaban al mismo lugar, al mismo estadio y con la misma mentalidad, pero de muy diferente forma señor mío. Los precedentes al encuentro eran muy favorables, no perdón, eran muy muy muy favorables (como diría el próximo técnico del conjunto alemán) al equipo bávaro. El Barça llegaba con la duda de Leo, humanizado ayer hasta límites insospechados, y con una “sequía” de juego tapada por los resultados favorables que iba cosechando en liga, gracias en parte a la figura emergente de Cristian Tello, que ayer quedó fuera de la convocatoria para sorpresa de muchos, para tragedia de muchos diría yo.

Todo lo contrario que el Bayern, que para que nos hagamos una pequeña idea de la magnitud de juego que estaba ofreciendo en las jornadas anteriores al partido, cogeremos los resultados de sus últimos cinco encuentros en liga, el resultado es el siguiente: 1-2 / 9-2 / 0-1 / 4-0 / 1-6. Todos resultados favorables, consiguiendo un margen de 22 goles a favor por tan solo 5 en contra. Registros brutales, personificados en las botas de los Mandzukic, Robben, Muller, Mario… Pero lo de ayer sobrepasó todo pronóstico. Era el Barça. Seis campeones del mundo y cuatro balones de oro, ahí es nada. Sin embargo, el resultado, el cual no vamos a repetir por no meter el dedo en la llaga, fue tan aplastante, que hizo que el para muchos mejor equipo de la historia pareciese ayer un mero juguete en las manos de Jupp Heynckes, sin duda alguna, el gran beneficiado de la noche.


El planteamiento táctico que dispuso el técnico alemán fue el más acertado posible, todo lo contrario que el de Tito, que se vio superado desde el minuto uno y al que pareció que el partido de ayer le venía grande. Ni un solo cambio hasta el 4-0, ni una sola reseña, ni un solo grito de ánimo. Solo se dedicó a ver como Messi se arrastraba por el césped, como Jordi Alba no hacía más que buscar a Robben sin poder encontrarlo, como Müller superaba una y otra vez a la pareja Barta-Piqué, y como Ribéry hizo a la vez de Ribery y Busquets, en un partido imperial del galo. Todo esto, sumado a la falta de recambios, volvemos al Tello en las gradas…, hizo que el Bayern se divirtiera y mucho con un Barcelona totalmente sobrepasado por la situación. La vuelta parece un méro trámite, una quimera que por orgullo hay que intentar, aunque en la ciudad condal nadie confíe en la hazaña. Este año no, así se ha despertado Barcelona esta mañana.

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